Por fin. Un trabajo. Nada
espectacular. Más bien de supervivencia. De sostenimiento de la pirámide
social. Edgar está en la base de una jerarquía en la que no existe el más
abajo. Y cumple una función básica: llenar estómagos. Básicamente freír cosas. Pimientos del padrón,
choricillos, patatas bravas, quesos de Mahón: ¡Edgar! ¡tres de sardinas! ¡Gambas
al pilpil! ¡empanadas! ¡dos de pinchos unos bastante hechos y los otros normal!
¡rápido!
Le
han dado trabajo en un bar de tapas forrado de motivos taurinos y escudos del
Real-Madrid. A pesar de ello, el jefe es austriaco, joven, filósofo, cocinero,
muy majo. Una suerte. El otro día, mientras preparaban la comida, el jefe y
otro cocinero, también profesor de universidad, se enzarzaron a discutir sobre
Theodor Adorno y la Escuela de Fráncfort. Luego removían una enorme olla de
albóndigas y se lamentaban de la falta de atención que en las universidades
vienesas se presta al austromarxismo. Qué más se puede pedir.
A Edgar le han dicho que es
cocinero. Pero en realidad cocina poco. Es más bien un “freidor”: el encargado
de que los cuatro fogones funcionen a toda mecha y que las salsas salgan
calientes, burbujeantes, sincronizadas. No obstante, la segunda semana lo
enfrentaron a un desafío culinario. ¿Sabes hacer algo con la ñoras? Hombre,
pues le sonaba algo de una sopa de ñoras, pero poco más. Algo poco tapeable.
Poco más
tarde, en casa, investigó en al saber colectivo de la red y descubrió que las
ñoras son la clave del Romesco, legendaria salsa catalana. Ostia, noi, no
fotem, que els calçots amb Romesco estan boníssims. A Edgar se le subieron los
colores a la cabeza y preparó una salsa Romesco.
La
llevó al bar. El jefe la probó. Le encantó. Él y los camareros le llaman
“crema”, pero bueno, da igual. No ens posarem així per un tontería llingüística.
O si?
El
caso es que poco más tarde le entró a Edgar una suerte de vértigo
histórico-político. ¿Y si Cataluña deja de pertenecer al Estado español? A
Edgar personalmente se la refanfinfla (de verdad), pero, ¿y su Romesco, seguirá siendo legítimo en ese bar de tapas españolas?
¿Puede la historia política de España y Cataluña destruir la única aportación
que ha hecho Edgar más allá de exponer su piel a las salpicaduras de un aceite
hirviendo que siempre acaba fuera de control como los fogueos
abrasadores de una fiesta masoquista?
Edgar se dio cuenta enseguida de que, además,
en su cocina, son cultos y atentos a la actualidad política internacional. Eso
implicaba que se iban a enterar seguro de cómo va el proceso de independización de
Cataluña, si realmente se lleva a cabo. Al pergeñar este pensamiento, Edgar se sintió
de repente como un impostor en potencia. La independencia de Cataluña no la iba
a compensar él ni disfrazándose de torero. Algo encontrarían para señalar la
mácula: quizá una “a” pronunciada de manera engolada, quizá un exceso de “seny”
en la limpieza de los microondas. Quién sabe. Estaba perdido. Edgar vio el
diario Der Standard sobre la mesa. Con un acto reflejo lo cogió y lo tiró a la
basura sin que nadie le viera. Quizá contenía alguna noticia sobre el futuro
referéndum. Mejor así.
A
la hora de recoger se sentía extrañamente decaído, como si su cuerpo anticipara
una desgracia, el estigma, la persecución, los pogromos venideros. Quina
putada, nen. Edgar pasó al cuarto ropero y se cambió. Ya la había visto, pero
ese día se preguntó qué hacía una bandera de Euskadi en extendida en la pared.
Le preguntó al jefe y éste dijo algo de alguien que había trabajado ahí y que
le había dicho que tanta cosa de España y que faltaba Euskal-Herria y no sé qué
más y que, al final, representaba que el armario ropero era Euskadi.
Había
sido una decisión diplomática, quizá de tendencia federalista. Qué más da. El
caso es que Edgar respiró mucho más tranquilo y se dijo que a nadie del bar se
le ocurriría boicotear su romesco por mucho que las circunstancias políticas cuestionasen
su legitimidad simbólica. El bar representaría España, el armario ropero Euskadi y quizá en los lavabos Edgar colgaría alguna foto de las protestas en la Plaça Catalunya. Además del Romesco, la cultura catalana la
componen diversas referencias a la mierda (el caganer, el cagatió, el verbo
transitivo enmerdarla, expresiones
como ésser cul y merda, etc.) No es
que ese fuera el emplazamiento que Edgar deseaba para los catalanes (o sea para sí
mismo), pero representaba quizá uno de los pocos lugares donde la catalanidad del
bar podría encontrar un adecuado contexto folclórico y también las “puertas” que
reclama con respecto a España.
Edgar volvió la tarde siguiente a esa cocina donde continuó friendo en múltiples sartenes restallantes de aceites desbocados. Siguieron los
gritos y las prisas, los quemazones y las correrías, la guerra por lo básico,
por la conquista del pan, por la repartición equitativa de los bienes
ingeribles y por la elaboración de materialidades efímeras que desaparecían en
los intestinos antes de cualquier conato de apropiación. Edgar pensó que la cocina no sería ni España, ni Cataluña ni Polonia. Seria una tierra sin banderas, ardorosa,
alborotada y febrilmente internacionalista. Una utopía en la que por fin la
masa y los chorizos deberían unirse y aceptar su destino común bajo los fogonazos
infernales del apoliticismo consciente, la sal gorda en las heridas y la
dulzura final y caramelizada de una buena crema catalana. Ni medio gramo de
insulsa política, se dijo. Sólo excesos, transgresiones y sabores trascendentes. Sería una cocina libertaria, un lugar sin dueño. Épica en estado puro.
Hola Edgar, aqui una madrile'a que no ve problema a que en un restaurante se expongan con la mayor normalidad multiples banderas, aunque prefiero las culturas. No son excluyentes. Pero no es eso, lo que me ha echo caer en tu blog. Tras a;os en Reino Unido, en concreto Escocia, que me tachen de euroesceptica pero quiero volver a Europa. Dices profesor de Universidad. Yo soy profesional del turismo, y sin el idioma no soy nada.Lo siento, voy acyendo a medida escribo este comentario. Emigrar 'otra vez' si, lo conozco. Pero de cero..con dos idiomas y formacion en Reino Unido y experiencia laboral. No..Austria se aleja...mi alma se rompe..para ti, Animo.
ResponderEliminarHola Aida, ¡gracias por los ánimos!
EliminarSigue escribiendo que me parten tus historias.
ResponderEliminarYo tambien soy extranjera pero en España.
Lo intentaré, en breve, ahora la verdad es que me falta tiempo, pero algo llegará...
ResponderEliminarmuchos ánimos !Por allí es seguramente aun más dificil!
Edgar, acabo de descubrir tu blog y me encanta. Ha sido como encontrar oro en el cedazo! Gracias.
ResponderEliminar¡Bienvenida la Entropía!
ResponderEliminarHola Edgar, hoy he descubierto tu blog. Me parto con esas disertaciones metafísicas en tercera persona!Desde luego lo tuyo es escribir.
ResponderEliminarSigue así y mucho ánimo! yo soy una de esos peones de letras con máster y mil cursos expatriada en Inglaterra...después de un año la cosa va marchando despacito en buena dirección tras trabajos de lo más variopintos, asi que ánimo y paciencia!
Hola Cande,
ResponderEliminarPues sí, nuestra cruz parece que es escribir, y leernos mutuamente, claro.
Por los comentarios que he ido recibiendo hoy, me da la sensación de que somos como una nueva diáspora. Una diáspora aún desconcertada.
¡Mucha suerte por Inglaterra!
muy buen artículo!
ResponderEliminarlo cierto es que si no quieres sufrir así te animo a que compres la comida española en www.GastronomicSpain.com que cuenta con mas de 850 alimentos españoles con envío GRATIS a Toda Austria para pedidos superiores a 79,99€