La Prima del Riesgo suena a nombre
de bailaora flamenca. A morenaza gitana que se retuerce paquí, y pallá, y
taconea con una mala lexe y un arte de sangre que paqué, que no te acerques
pero mira la serpiente de mi brazo y el balanceo de mi farda como sube ta catá,
ta, y olé. El Riesgo debe ser su primo, claro. Un morenillo requemao y feote y
con el diente partido que le va al toque con la guitarra y la camisa abierta y
el duende sacudiendo esas uñas sucias de pasión. Tran, tran, tatrán. Qué
poderío, qué gemío. Hasta Lorca se deleitaría describiendo lo que oye y lo que
ve y lo que coge y lo que suelta en el aire esa Prima que con tanto arte se
sube a la parra de nuestros dineros.
Tanta
es la personificación de La Prima que Edgar, que acaba de pasar dos semanitas
en Spanien, casi ha esperado encontrársela en alguna esquina húmeda del Raval de
Barcelona para decirle Prima, pero déjalo ya.
Es todo metafórico, claro. Se habla de La Prima, que va para arriba y para
abajo con ese salero suyo y aquí todo el mundo sabe que no es la prima de nadie,
sino una medida macroeconómica que nos dice que nos sale carísimo vender
nuestra deuda pública porque “los inversores” no confían en nosotros. Aunque
ellos, claro, obedecen a “la rentabilidad” y a los “intereses de la deuda”, que a su vez dependen de “los mercados”,
y estos se regulan según “las leyes del crecimiento”, y aquí parece que hay un
montón de cosas que se comportan como las personas, o sea con intencionalidad y lógica propias, pero no son personas. Ello
genera lo que Marx llamó “Fetichismo de la Mercancía”, o la percepción que “las
cosas [p.ej. nuestras variables económicas] establecen entre sí relaciones
sociales”[1], hasta el punto de esconder la
verdaderas relaciones sociales, de poder y opresión, de las que se
benefician personas concretas.
No es que no sepamos que detrás de todo ello hay
unos muchachos y muchachas que se están llenando los bolsillos, es que más allá
de los exabruptos contra la Merkel y contra ciertos iconos de la política
económica europea, las finanzas se explican por medio de entidades abstractas
como La Rentabilidad, Los Inversores, Los Intereses de la Deuda, Los Mercados y
por supuesto la Prima del Riesgo y el propio Riesgo. Entidades que han sido
fetichizadas y son por tanto intocables, incuestionables, y se montan una
juerga flamenca en nuestras narices sin que podamos agarrar del cuello a quien
las maneja y ostiarle, porque parecen ser ellas mismas quienes se lo guisan y se
lo comen todo.
Y luego aparece un alcalde marxista y sevillano y roba un par de
carros del Mercadona y a medio mundo le parece fuera de lugar e irracional,
mientras se siguen quejando de la Prima, y la Deuda y Los Intereses y todas
esas cosas que, la madre que las parió, NO EXISTEN, pero aún así sirven
para canalizar la expresión más ineficaz de nuestra desdicha, y para evitar lo
que en algún momento tendrá que llegarnos a todos: el enfrentamiento con las condiciones
materiales de nuestra historia, o, como diría el propio Marx: la lucha contra el Mercadona y la policía.